domingo, 9 de marzo de 2008

Cantando bajo la sangre



Sweeney Todd parece una película onírica, con esa estética mágica, oscura y grotesca que tanto caracteriza a creaciones de Tim Burton como Big Fish, Pesadillas antes de Navidad o su sucesora, La novia cadáver. Basada en el musical con el mismo nombre, de Stephen Sondheim, Sweeney Todd presenta a un espléndido Johnny Deep, a quien se le descubren grandes dotes musicales, que guarda las tijeras de Eduardo Manostijeras y la brújula desorientada de la soporífera saga de Piratas del Caribe para hacerse con unas afiladas navajas de afeitar para interpretar al sanguinario barbero Sweeney Todd, quien llega a su antigua barbería para vengarse del juez Turpin, quien le alejó de su mujer con acusaciones falsas para quedarse con ella. Para llevar a cabo sus oscuros propósitos, el barbero cuenta con la inestimable ayuda de la dueña del local de empanadas que se encuentra bajo su barbería, interpretada por una cantarina y muy encontrada Helena Bonham Carter, que hallará la manera de que Todd logre sus propósitos y de que ella recupere de una forma muy escabrosa la prosperidad de su enmohecido negocio. Todo esto pasa en un Londres oscuro, insalubre y corrupto que evoca a una visión pesimista de la época victoriana.

Más allá del marco sanguinario en el que transcurre la película, esta nueva producción de Tim Burton tiene sitio para las historias de amor, que se tornan macabras dado el ambiente de muerte y hedor de toda la película, o excesivamente inocentes en un mundo tan corrupto como el que se presenta en Sweeney Todd. Si el amor es desconcertante en una película tan terrorífica, aún lo es mucho más la presencia constante de la música, que aparece en España en versión original y subtitulada. Puede que las canciones no lleguen a resultar carismáticas y que incluso sea difícil separarlas por temas, pero la música aporta una frescura, una originalidad y una capacidad de sorpresa nada desechable. Además, roban credibilidad a la cinta, como parece que pretende Tim Burton a juzgar por lo caricaturescos que son los personajes y los escenarios de la película. Al acabar la cinta, con buenos giros argumentales finales y con justicia dramática, uno tiene la sensación de haber estado soñando. Y los sueños, sueños son. Poco entienden de lógica, y por eso ponen música a escenas de muerte y fatalidad.

Sweeney Todd es una película atrevida, nada convencional y muy recomendable, sobre todo si se ve con la mejor compañía del mundo y con un vaso de chocolate caliente en vez de Coca-Cola.


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